Ilustración de Jorge González para la edición especial de El señor de las moscas, Libros del Zorro Rojo, 2014.

A) Escrita en 1952 y publicada en 1954, es importante tomar en cuenta las circunstancias de su gestación, ya que exponen, de alguna manera, las impresiones de William Golding después de su experiencia en la segunda guerra mundial. De ahí parte el círculo que plantea durante la novela y que cierra con la pregunta que queda en el lector: ¿cómo se sobrevive a una guerra después de haber estado en ella? ¿Cómo se puede volver a formar parte del mundo cuando se ha estado tanto tiempo lejos y en una forma de vida que nada tiene que ver con lo social o con lo civilizado y se tiene que regresar a ello, reintegrarse a la “normalidad” como si la “normalidad” no se hubiera alterado, pero el mundo individual sí?

B) Es curioso pensar en ello: a pesar de que el mundo de los niños sufre una ruptura y una alteración perceptual y sensorial, el mundo afuera sigue incluso, quizá, sin saber que están perdidos: nunca se hace referencia al tiempo que permanecieron en la isla, aunque por las características físicas que se mencionan, como “las greñas” que les crecieron, parece que fue un par de meses. No se habla de la consternación de los familiares, o de una búsqueda para encontrarlos. Simplemente es eso: la caída del avión, el paso de un mundo a otro, como los exploradores de planetas que deben enfrentarse con lo desconocido. No creo que la intención de Golding haya sido plantear una afrenta contra la idea del buen salvaje: no creo que haya optado por el desarrollo de la brutalidad y la violencia como parte innata del ser humano: para mí, Golding crea una fractura en el espacio y en el tiempo para que los personajes, que en realidad encarnan una alegoría de los pilares sociales, reaccionen a las circunstancias. No se busca establecer el bien o el mal, o que el lector/espectador elija un bando. No se trata de establecer límites o doctrinas morales: simplemente se exponen las esencias radicales que constituyen a la condición humana y las formas de abordarlas o vivirlas: en el salvajismo puro o en la razón/ la civilidad pura. La maldad y la bondad se abordan también, pero ello no determina a un personaje ni a un ser humano, es sólo uno de sus bordes, bordes que van delineando la transformación de los personajes desde que se descubren libres, capaces de poder tomar sus decisiones y entregarse al límite de éstas: el conflicto entre reflejar la estructura de una sociedad y crear una sociedad a partir de leyes propias. Esta transfiguración y confrontación se hace evidente en su aspecto físico: cómo ellos mismos se adhieren al instinto salvaje despojándose de toda marca o simbolismo de civilización, y cómo algunos de ellos se resisten a perder el anclaje con el ser social. De ahí la importancia en la constante lucha por cazar o mantener la hoguera encendida: un acto implica la aceptación del instinto como lo que rige a la naturaleza humana; el otro, determina la necesidad de la esperanza por ser rescatado y pertenecer a un orden social. Todo el tiempo se trata de la bifurcación de un solo ser que representa esta dualidad: el instinto de sobrevivencia a partir de dos polos: pertenecer a algo previamente establecido o abismarse a lo más violento y salvaje del ser humano y su libre albedrío.

C) El juego con la diversidad de las edades en el grupo para representar, de alguna forma, los estados mentales del hombre para constatar cómo, finalmente, todo puede ser corrompido por el miedo, la rivalidad y la lucha por el poder. También es curioso cómo se presenta la representación del bien y el mal en Ralph y en Jack: cómo, aunque el primero no haya hecho específicamente algo, es asediado hasta la muerte por lo que representa: la fraternidad natural, el orden sobre el caos, la necesidad de regresar a un equilibrio determinado por las leyes del hombre antes que las de la naturaleza.

D) El personaje de Piggy como la consciencia colectiva: es quien guía a Ralph cuando éste se confronta con la incertidumbre, quien lo devuelve a la lucidez entre el constante ambiente de delirio en que se va tornando la historia: el fuego final: el límite, la destrucción.

E) La pérdida de la infancia o la inocencia… o la potencialización desbordada de lo que caracteriza a la infancia y la inocencia: la capacidad de crear y construir un mundo tras el mundo inmediato: la imaginación que altera lo que se percibe y crea reglas y normas para establecer el funcionamiento del “nuevo mundo”; de ahí la necesidad de cazar para la bestia: la necesidad de imponer un equilibrio entre lo que la bestia representa, que es la potencia del mundo natural y desconocido, y la adaptación de los niños a ese mundo: con las cabezas tratan de pactar el respeto mutuo, pero eso exacerba la aceptación de lo desconocido y sobrenatural: la necesidad del mito y el rito como reacción primigenia.

F) La creación o invención del miedo: el miedo se crea para mantener un rigor espiritual y material. Tal vez el miedo no es algo natural en el hombre, como sí lo es la necesidad de sobrevivir a las circunstancias: las situaciones límite son las que exponen los rasgos más profundos de la condición humana, más allá de la civilización o el salvajismo al que tiende cada espíritu como respuesta a lo desconocido. Esta respuesta siempre será impredecible, aunque haya bordes por los que se prefiera avanzar: ya sea la regla o el libre albedrío.

Fotograma de la adaptación fílmica de Peter Brook, 1963.

G) La paradoja de que un lugar abierto, idealmente paradisiaco, se convierta en un espacio que concentra todo tipo de tensiones que suelen atribuirse a la vida en el ámbito urbano y el estrés cotidiano, provocado, por lo general, por la convivencia en espacios cerrados que tienden a confrontar a unos y otros. La maldad y la bondad, por igual, pertenecen a la naturaleza humana; la experiencia y las circunstancias son factores determinantes para que alguna de las dos prevalezca, sin importar que el entorno sea idílico o carcelario: la convivencia con el otro y con lo otro es lo que expone la esencia del individuo al tener que transformarse en ente social, y lo social, muchas veces, sólo puede sobrellevarse mediante la exploración imaginativa del mundo.

H) Condicionamiento y voluntad: se elige la bondad o la maldad; la civilidad o el egoísmo; la violencia o la piedad… pero todo eso se decide sin importar la edad o la moral: se atiende sobre todo a la sobrevivencia de cada individuo, o lo que necesita cada individuo para sobrevivir.

I) En el libro, destacan las descripciones de Golding cada vez que los niños deben explorar la isla, cada vez que hacen hincapié en la manera en que la naturaleza -lo desconocido para ellos- se impone de alguna forma: los colores, los brillos, la intensidad de la vegetación, los sonidos, las estrellas. Los espejismos. En ninguna de las dos versiones cinematográficas se alude al espejismo, a las cosas extrañas que menciona el narrador en la novela, y que dan un hálito de vida propia a la isla, como si toda ella fuera una entidad viviente con reglas propias, mecanismos, juegos y trampas que ellos tienen que pasar. Estas descripciones me recordaron un poco al ambiente ominoso de “La zona” de Stalker, de Tarkovsky, y a la manera en que Herzog, por ejemplo, capta estos espejismos naturales en Fata Morgana.

J) El simbolismo que radica en el hecho de que Jack, Ralph y Simón hayan sido los primeros en explorar la isla, dejando de lado a Piggy y enfatizándole que no lo necesitan: yo encontré en ello la intención del equilibrio entre la percepción sensorial que representa Simón, el sentido común que representa Ralph y el salvajismo que representa Jack: ello es lo que aflora en el humano cuando se enfrenta a algo desconocido.

K) Las constantes menciones sobre la intervención de algo o alguien que creó la isla: un monstruo, un gigante, algo extraño: la extrañeza de lo natural: cuando encuentran los capullos de cirios…

L) El niño con la mancha en la cara…

LL) La noción de Jack sobre el miedo, cuando dice que al salir de caza, siente que alguien lo está cazando a él… Y su obsesión por la carne y la caza. Es el momento en que se hacen conscientes de las diferencias entre ellos: Ralph insiste en que lo primordial para el grupo es que sean rescatados, y Jack, en que deben cazar, como si ya hubiera asumido que la vida deberá seguir su curso en el nuevo ambiente, y Ralph no, Ralph se resiste a abandonarse a aquello a lo que no pertenece, hasta el final: la fogata, la necesidad de la fogata como símbolo de sobrevivencia no sólo para ser rescatado, sino por la idea de fraternidad que conlleva desde tiempos ancestrales el hecho de reunirse alrededor del fuego. De hecho, por eso es tan importante la rivalidad del otro bando al hacer énfasis en la necesidad de robar -pero no pedir- el fuego, como en La guerra del fuego.

M) El lugar predilecto de Simón figura una especie de lugar dentro de sí mismo, donde se refugia, donde no le alcanza la severidad de lo que están viviendo.

N) El momento de la ruptura, de la transgresión entre ellos: cuando descubren que tienen algo de poder, que pueden imponerse a los más débiles y vulnerables, cuando deciden que no obedecerán más las reglas porque éstas no les han llevado a nada, y la caza y el libre albedrío, de alguna manera, les han resultado prácticos.

Fotograma de la adaptación fílmica de Peter Brook, 1963.

Ñ) La transfiguración de Jack: el momento en que se pinta y crea una máscara que le hace, desde ese instante, ajeno a los otros, como lo dice Golding, a la responsabilidad y a la vergüenza, y hace evidente su anhelo por la sangre y la carne. La bestialidad entra en él con este acto que lo convierte en un ser apátrida: ya no pertenece a ninguna civilización ni orden social; ya es parte de lo otro, es otro.

Fotograma de la adaptación fílmica de Harry Hook, 1990.
Fotograma de la adaptación fílmica de Harry Hook, 1990.

O) De alguna forma, se trata de una novela sobre los rituales de paso, sobre la confrontación entre los instintos arcanos y la rigidez que implica asumir la responsabilidad de cuidarse a sí mismo y a los demás. Es una prueba para saber si pertenecen o no a otro mundo, pero no al mundo de los adultos en la sociedad que conocen, sino al de los sobrevivientes de la isla y sus monstruos, que no son exactamente más que sus propios fantasmas, sus propias maneras de ser crueles.

P) La lucha entre ellos mismos por decidir si hay o no una bestia es signo de la diferencia entre ser “adulto” y seguir siendo niño. La constante aseveración a la posibilidad o imposibilidad de que existan no sólo los animales feroces, o la fiera, sino una entidad, un fantasma, cualquier cosa irracional, es como una constante búsqueda de algo a lo que quisieran temerle sin darse cuenta de que entre ellos está aquello a lo que deberían temer.

Q) El terror de aceptar las reglas del nuevo mundo como un juego más en el que todos participan. En la película no se alude a ello, pero en la novela sí hay varias intervenciones de los personajes que hablan de malas jugadas, jugadas sucias o de las malas maneras de jugar a algo. Lo más extraño es el punto de delirio y enajenación al que han entrado y se han dejado llevar, casi como en trance, al momento en que movidos por la algarabía del ritual de la sangre y la carne, matan a Simón convencidos de que es la bestia… Lo terrible sucede cuando después de ello ya no les cuesta trabajo entregarse a la brutalidad, al desquicio, a la desesperación de los nuevos seres/personajes que encarnan: “[…] Encontró tanto placer en verse capaz de ejercer dominio sobre unos seres vivos, que su curiosidad se convirtió en algo más fuerte que la mera alegría. Les hablaba, dándoles ánimos y órdenes. Impulsados hacia atrás por la marea, caían atrapados en las huellas que los pies de Henry dejaban sobre la arena. Todo eso le proporcionaba la ilusión de poder […]” “[…] Roger se inclinó, cogió una piedra, apuntó y la tiró a Henry, con decidida intención de errar. La piedra, recuerdo de un tiempo inverosímil, botó a unos cuatro metros a la derecha de Henry y cayó en el agua. Roger reunió un puñado de piedras y empezó a arrojarlas. Pero respetó un espacio, alrededor de Henry, de unos cinco metros de diámetro. Dentro de aquel círculo, de manera invisible pero con firme fuerza, regía el tabú de su antigua existencia. Alrededor del niño en cuclillas aleteaba la protección de los padres y el colegio, de la policía y la ley. El brazo de Roger estaba condicionado por una civilización que no sabía nada de él y estaba en ruinas […]”.

R) La imagen final [el incendio para hacer salir a Ralph de su escondite durante la caza] es la clara alegoría de la decadencia del pequeño grupo social y del ente que representa: la humanidad que ya no funciona en sí misma fuera de un estado civil que la reconozca como tal. La pregunta final sería: ¿cómo subsisten los personajes al reintegrarse a una estructura social inglesa, que además es identificada por su rigidez? A pesar de que en el libro y en la película la historia termina cuando llegan a rescatarlos, es la duda que prevalece en el lector: ¿es posible asumirse parte de una sociedad después de haber representado una escena de salvajismo y animalidad como la que ellos experimentaron? ¿Es posible ignorar la noción del miedo que se ha abordado? El miedo a algo sobrenatural, pero también al otro y a uno mismo. El terror nace de este tipo de miedos y misterios: la monstruosidad física deviene de la monstruosidad esencial.

S) La idea de la maldad.

Fotograma de la adaptación fílmica de Peter Brook, 1963.