Cuando me preguntan sobre mi insistencia en la transfiguración fisionómica y esencial de ambientes y personajes, pienso automáticamente en los sonidos y en su tránsito provocado por aquello que les rodea: el desplazamiento o la contención del sonido: la traslación de un momento sonoro a otro; movimiento provocado por algún elemento ajeno a la naturaleza del sonido o inherente a ella. Cuando pienso en transfiguración, pienso que con la escritura debería suceder lo que dice Ute Wassermann que busca hacer con la voz: volverla irreconocible en tanto que es susceptible de adoptar identidades innumerables que reflejan la diversidad perceptiva de quien la genera: Ute Wassermann en Ceviche de sarraceno